Aquella esquina

Una mano derretida tras los incesantes quiebros de tu piel,
un pliegue desarmado entre mi boca y tu cintura,
un recorrido eterno entre el lunar mas profundo de tu fina tez y mi lengua.

Un amor prohibido,
un reloj enganchado a cada soplo de ti,
una luna que refleja el rincón de la cama que siempre ocupábamos,
un candelabro sin aceite, ni llama, ni luz.

Y verás la cara de la moneda,
y te acercarás
y descubrirás que hay cielos nublados que son brillantes, efímeros, nuestros.

Hoy la pata de la silla sigue coja,
aquella silla enganchada a tu culo,
igual de enganchada a ti que yo
igual de rota que mi mente imaginándote.

Era un sábado tarde,
y me acerque
al aroma que dejabas a cada paso.

Doble la esquina,
me giré
y sí,

por fin,

te vi.

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