Esta carta de despedida

Ahora que el tiempo se ha consumido como el papel del cigarro, ahora que el tiempo del reloj de arena esta llegando a su fin, es el momento de escribir, de recitar en prosa lo que mi corazón en verso piensa.

Después de todos los resquicios de sal y limón, que quedamos en aquel chupito de Tequila que dejamos a medias, después de todas las rosas que se marchitaron en las botellas de Yllera con las que nos emborrachábamos, después de ver todo desde la distancia, desde la cima del acantilado que lloraba por nosotros, después de todo, no puedo montarme en otro tren sin escribir esta carta de despedida.

Ahora que el tiempo, como he escrito, esta llegando a su fin, como agujas y números del fronton de este reloj se han puesto de acuerdo para morir a la hora exacta. Ahora que las olas de aquella fuerte ventisca ya no llegan a buen puerto, ni si quiera a mojarme los pies que están posados en la orilla de este mar, que me tragó una y otra vez.

No puedo permitirme avanzar de casilla en este juego de mesa, sin antes mirar atrás, sin antes mirar al recuerdo.

Y ahora, que el vuelo y el deshielo descienden a la vez, que todo se derrumba bajo este manto de vida, rojo y arañado, como tus labios aquel atardecer, como cuando pisábamos ciudades diferentes, destinos infinitos, esos que mirábamos con los mismos ojos.

Ahora todo es denso, ahora todo es niebla, ahora todo es incertidumbre, desasosiego, miedo, música de fondo, sexo y el cigarro de después.

Ahora todo es un continuo vaivén, un aquí y ahora, un aquí y allí, un todo avanza a toda velocidad, y yo intentando frenar este tren que arrasa con todo lo que toca.

Por eso, sin fuerza, con las vacas flacas de intentar parar el inminente choque frontal de mis sentimientos contra este muro de hormigón, contra este muro de dolor, estoy aquí, escribiendo, relatando las estrellas que veo cuando freno de golpe y apago las luces, y el camino se vuelve como esta carta, difícil.

Es una carta sin destino, pero que poco a poco avanza, es una carta sin destinatario, pero en el buzón de alguien, es una carta de dolor, pero que ya ni si quiera duele.

Es una carta con todo lo que pienso, es una carta que quemaré, y en algún momento del descenso en llamas, reiré, como si todo lo vivido, solo fuera un sueño, a ratos bueno, en otros no tanto.

Es una carta de despedida,
pero también de bienvenida.

Es una carta que termina con un beso y una posdata que dice:

P.d: cuidate.

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