De fondo sonaba Leiva

Metí la mano entre la enredadera que tus piernas y mis dedos formaron,
en ese cruce inmediato que se creó tras restos de un beso sabor a pasado.

Y un segundo sabor a mar, de esa playa sabor a nosotros, en una calle transitada por restos de un presente que se llevaba todo lo que fuimos, para empezar a ser otra cosa, otra constelación totalmente diferente a la de antes, estrella fugaz destino a futuro.

Y sí,
de fondo sonaba Leiva,
y lloraste tras Breaking Bad
y lloré
y lloramos.

Y nos susurramos la letra -que en algún punto del camino- se nos olvidó.

Creo que nunca supe, ni sabré, en que momento me senté en el asiento numero 5 de la fila 5, de la puerta 11, junto a ti. Creo que tras idas y venidas, perdidas y reencuentros, al final quien se va nunca vuelve del todo. Y eso es como montarte en un bus destino a tu futuro, y esperar que alguien lo paré. Realidad inmediata sabor a ficción. Una historia de película, un largometraje de esos que duran más de lo previsto.

Y ahora, con restos de escarcha y niebla sobre nuestros labios agrietados y descosidos por mordidas, y versos (que esta vez sí nos dijimos) agolpados tras aquella cama de aquella habitación de hotel, que hoy, sonríe por nosotros.

Y sí,
Leiva sonaba en aquel escenario,
pero también en aquella cama
en aquel viaje
en aquel segundo inestable entre el revuelo de tu ropa y mis ojos mirándote.

Y entendí, que después de ti, después del incendio que provocamos, después de todo

de fondo (por fin) sonaba Leiva
y de 15.000 personas
todo se redujo a dos,

cuando él cantaba con su voz quebrada
y tú me susurraste al oido:

"Quédate"

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