Me prendí


Arranqué la pólvora de esta pistola averiada llamada corazón.
Me busqué, me encontré. Y me di cuenta de lo dañado que me había quedado después de todo.

Salí de la puerta tras unas antiguas pisadas sabor a decepción. Miré el cielo. Ardía. Quemaba. Se volvió tempestad en medio de su plenitud, se volvió infierno a pesar de que habitaba en la tierra.

Ya diferencio colores, me dije.
Me miré por dentro, todo eran cenizas entre latido y latido de este pobre y desarmado corazón.

Arranqué, me desnudé en medio de ese mar embravecido teñido por el calor de tu hoguera. De tu descomunal y ardiente llama.

Decidí ir más despacio, pero nunca fui capaz de frenar a tiempo. Me armé de valor, me adentré en el marco de la foto. Me sentí libre. Me miré. Tenía el iris teñido de leña quemada.

Vaya instantánea. Vaya momento. Vaya cielo teñido por el reflejo de mi vida.

Aceleré. Esta vez entendí que frenar tampoco era tan importante. 

Me adentré en el atardecer. Me perdí. 

Por primera vez, alguien se prendió para apagar el fuego. Por primera vez, me prendí. Y sí, me salvé.

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