París solo está a dos horas

Echar de menos es recordar algo del ayer, es querer recuperar tu sonrisa en ese momento, porque no echas de menos a alguien o a algo, echas de menos tu felicidad, los momentos que pasabas, echas de menos la sensación de volar aunque solo fuera por un rato, por un segundo.

Y claro, después nos engañamos, diciendo que no quieres volver al ayer, que el recordar no hace daño, y bla bla bla, y nos seguimos engañando a nosotros mismos, aún sabiendo que ese momento, esa persona, ese lugar, nos marcó, a fuego, para siempre.

Al cabo de un tiempo miras los billetes a París, porque París solo está a dos horas, aunque París estaba en cada vela, en cada cena, en cada río, en cada vez que nos perdiamos sin darnos cuenta, pero aún así, sabes que París es solo uno, y sus calles, sus restaurantes, su gente, sus luces... no son ni la mitad de especiales sin esa persona.

Aún así, te haces el valiente, y decides ir a París, echando de menos su mano, sus "ya hemos llegado", sus ojos ansiosos de vivir todo lo que estaba por llegar, echando de menos su risa, su mala música, sus caricias inesperadas. Pero tu sigues siendo de piedra, y te sientas en el asiento del avión, esperando que aparezca y se siente contigo, a tu lado y te agarre fuerte, pero el avión arranca y despega, dejando atrás Madrid y una pequeña lágrima.

Aterrizas, dos horas más tarde, coges la maleta y te pierdes por sus estrechas calles, te pierdes queriendo, porque tienes miedo de encontrarte. Entras finalmente en la habitación, se te hace enorme, colocas tu cepillo de dientes en el baño, lo miras y sabes que falta otro.

Porque echar de menos,
no implica irte,
alejarte,
dejar atrás,
implica
tener dos cepillos de dientes en el baño,
          dos vasos en el desayuno,
                      dos billetes de avión
                            y una misma cama.

Echar de menos,
es querer recuperar,
lo que otra persona se llevó de tí.

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